Nuestro cerebro se integrará con máquinas y se conectará a Internet

Nosotros seguramente no llegaremos con vida para verlo, pero se trata de un escenario muy posible para generaciones futuras.

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El proyecto de Elon Musk

Recientemente Elon Musk ha publicado el último de sus proyectos, consistente en conectar al cerebro con computadoras, a través de su apoyo a la startup californiana Neuralink. Como a muchos pensadores, científicos y gurús tecnológicos, le preocupa el avance de la IA en el sentido de que puede dejarnos atrás en muchos campos a los humanos. Ya lo advertía él mismo hace casi un año en esta entrevista.

En opinión de Musk, el desarrollo a futuro de la IA, incluso en escenarios que él considera conservadores, puede llevarnos a un punto en el que las máquinas sean mucho más inteligentes que los humanos, relevándonos a una posición de seres inferiores, o mascotas, en sus propias palabras. Cuando le preguntaban cuál podía ser la solución para evitar este hipotético escenario, argumentaba que tendría sentido tener una “capa” de Inteligencia Artificial nosotros mismos, sobre nuestro sistema linfático y sobre nuestro córtex.

Transhumanismo, cyborgs y androides

La idea del transhumanismo y de los humanos convirtiéndose en ciborgs es muy antigua. Ya en el siglo XIX Edgar Allan Poe comenzó a plantear que el ser humano podría en algún momento ir más allá de ser el organismo biológico que es en origen, añadiendo mecanismos a su cuerpo para transformarse en un hombre-máquina.

Existen muchas ramas y vertientes del transhumanismo, los cyborgs o los androides, según nos fijamos en el momento de cambio o del tipo de transformación que se implementa en el ser humano. Por ejemplo, podemos añadir al ser humano órganos artificiales, prótesis, marcapasos u otros artilugios artificiales después de su nacimiento. En este caso estaríamos hablando de manipular al ser humano durante su vida, como ya hacemos.

También podemos alterar genéticamente al embrión para manipular su síntesis, de modo que el ser humano nazca “diferente” al de un ser humano biológicamente no manipulado. Por ejemplo podemos eliminar ciertos genes perjudiciales o incluso alterar algunos para que el ser humano que nazca sea más alto, más guapo o más fuerte, como en Gattaca. Esto estamos comenzando a hacerlo.

La manipulación genética está avanzando a ritmos apabullantes. Nuevas técnicas de simulación genética están abriendo nuevos frentes, lo que llevará a redefinir dónde ponemos la línea que marca qué es un humano y qué no lo es.

Ya somos cyborgs

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Como decíamos, en el momento en que estamos integrando artilugios físicos en nuestros cuerpos, como prótesis o marcapasos, ya nos hemos convertido en versiones primigenias de cyborgs.

“Un cyborg es esencialmente un sistema hombre-máquina en el cual los mecanismos de control de la porción humana son modificados externamente por medicamentos o dispositivos de regulación para que el ser pueda vivir en un entorno diferente al normal” – Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline

Si pensamos más allá de sólo la manipulación física, tal y como comenta Elon Musk en dicha entrevista, también somos cyborgs en un sentido que va más allá de nuestro cuerpo. Casi todos nosotros poseemos una identidad digital de nosotros mismos en la red: emails, datos personales, redes sociales, etc. Y tenemos capacidades que van más allá de las de nuestro ente biológico, gracias a los wereables, smartphones o inventos tecnológicos y digitales que hemos llevado directamente a los individuos. Cada uno de nosotros tiene los poderes de las máquinas en nuestro bolsillo.

El siguiente paso

Nuestra interacción con todo este “arsenal” tecnológico que poseemos es un poco pobre. Estamos desconectados de él, estamos limitados en la forma en la que usamos estos artilugios. En la parte de “input” estamos relativamente avanzados. Gracias a nuestras grandes capacidades de vista y oído, nos es muy fácil obtener información del exterior y de estos aparatos para procesarla en nuestros cerebros. Un golpe de vista de micro segundos nos permite adquirir mensajes completos y muy extensos. En un tiempo ínfimo, absorbemos cantidades de datos masivos.

Sin embargo, tenemos serias carencias en la parte del “output”, es decir, en cómo mandamos nosotros información a estas herramientas. Lo mejor que hemos encontrado hasta la fecha, es usar nuestros dedos para presionar teclas o hacer patrones de movimiento sobre pantallas.

Si queremos mejorar la parte del output, para poder mandar mayor información a las máquinas en menor tiempo, debemos eliminar la barrera que tenemos entre nuestra forma física y la forma física de las máquinas. Es algo así como mejorar una interfaz I/O.

Debemos desarrollar una interfaz que se conecte directamente entre la máquina y nuestro córtex, ya que así la información puede ser transmitida de forma directa sin pasar por nuestras manos, nuestro habla o nuestros gestos, que es actualmente lo único que podemos hacer.

De este modo, nos convertiremos en seres realmente poderosos, al integrar nuestros inventos digitales en nosotros mismos. Podré mandar información a un amigo sólo con pensarlo, aprender información nueva buceando mentalmente en wikipedia mientras hago otras cosas.

El riesgo de conectarnos a la Red

Como en todo avance, siempre hay riesgos, pero simplemente hay que evaluarnos y actuar para mitigarlos. Existen muchos críticos a estos avances, ya que postulan que al integrar nuestro cerebro a las máquinas de forma directa, también nos conectaremos a Internet. Y sabemos que Internet es un océano de incertidumbre, donde hay puestas de sol muy bonitas pero también te puedes cruzar con salvajes piratas. Si esos piratas pueden acceder directamente a tu cerebro, puede ser un problema.

Similarmente, será más fácil acceder a nuestros gustos, intenciones o preferencias por los gobiernos, policía, empresas de marketing o cualquier otra identidad que se os ocurra. Será, simplemente, un paso más en la situación actual. A través de redes sociales o virtualmente casi cualquier aplicación que usamos en el día a día, nuestra información personal está al alcance de muchos. Se trata de una realidad que tenemos que asumir, siempre que pongamos límites a la misma.

Desde que existe la historia, sabemos que el hombre ha criticado con miedo y con recelo nuevos inventos o cambios disruptivos: el telar, el ferrocarril, la máquina de vapor, los propios computadores, las redes sociales… Y, aún así, cada vez vivimos mejor, más felices y con mayor progreso.

Una nueva especie, ya no seremos homo sapiens

Es casi irremediable que dejemos de ser los seres humanos que somos.  La identidad de cada persona actualmente supone un mínimo sentido de separación de la realidad externa, lo cual es algo que se irá diluyendo.

Si cambio una pierna por una artificial, seguiré siendo humano. Si cambio todas mis extremidades, también. ¿Y si cambio más del 50% de mi cuerpo? ¿Seré más máquina o más humano? ¿Y si me integro con un ordenador?

“Está emergiendo algo radicalmente nuevo, que transformará nuestra experiencia más fundamental de quiénes somos. En nuestras relaciones cotidianas tendremos que aprender a ser omnipotentes e impotentes a la vez. Nos estamos acercando a una situación paradójica donde estar fuera del espacio digital se convertirá en un privilegio” – Slavoj Zizek, director internacional de la Universidad Birkbeck de Londres

Los primeros desarrollos de Neuralink están enfocados a tratar trastornos como epilepsia o depresión, lo cual nos da una idea de que hay que ser cautos, ver los cambios que están por venir con optimismo y sin alarmismo.

 

Vía: RT, Gizmodo, Hipertextual

 

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