¿Cómo mejorar la democracia? Deliberando el voto con un sistema de jurados populares

La mejor forma de encontrar la sabiduría colectiva es cuando grupos pequeños de personas tienen la oportunidad de discutir y deliberar, según los científicos sociales Mariano Sigman, Joaquín Navajas, Gerry Garbulsky y Dan Ariely. ¿Podría sugerir esto una mejor forma de votar?

En el último TEDxRiodelaPlata los anteriores autores expusieron que llevar el sistema de jurados a los votos democráticos, como en elecciones y referéndums, podría mejorar la calidad de la democracia. Escribieron una disertación completa en el blog de Ted.com y que os acercamos a continuación.

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Durante muchos años, los problemas con la democracia han sido barridos bajo la alfombra. Aunque continuamente la gente se siente infeliz con los resultados después de las elecciones, su infelicidad no les hace cuestionar el sistema completo.

Sin embargo, después de resultados sorprendentes como el referéndum de la UE en el Reino Unido (también conocido como Brexit), las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos o el referéndum de paz de 2016 en Colombia, este sentimiento ha cambiado. Hemos visto que las decisiones democráticas son más volátiles y menos predecibles de lo que el sentido común y las tecnologías de previsión estaban dispuestas a aceptar. De hecho, podría ser el momento de afinar y revisar lo que entendemos por democracia y cómo debe aplicarse.

Mientras que la ciencia no puede establecer los objetivos de la democracia, experimentos científicos cuidadosamente diseñados pueden – y deben – ayudar a identificar las mejores maneras de alcanzarlos después de ser acordados por una sociedad. Durante siglos, sociólogos, politólogos, matemáticos y otros han tratado de idear maneras en que el voto podría representar mejor la voluntad del pueblo. Los psicólogos han estudiado el tema y han enumerado las razones por las que las decisiones colectivas a menudo pueden fallar. Las interacciones sociales pueden exagerar los prejuicios individuales, llevando al grupo a comportarse “como ovejas”, el contagio de la violencia y otros fenómenos no deseados, según lo descrito por el periodista escocés Charles Mackay en su libro de 1841 “Extraordinary Popular Delusions and The Madness of Crowds“.

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Buscando un sistema de votación democrático eficaz y justo

Hay abundantes pruebas que sugieren que la clave de la inteligencia colectiva reside en proteger la independencia de las opiniones dentro de un grupo, pero parece que ocurre lo contrario durante los referendos. Hoy en día, estas tendencias sólo han empeorado debido a cómo las redes sociales amplifican el sesgo.

¿Existen formas de hacer más eficaz, igualitaria y plural la democracia, al tiempo que se consigue cierta inmunidad frente a los mecanismos que obstaculizan la toma colectiva de decisiones?

Desde la antigua Grecia, los pensadores de ciencias políticas han luchado con esta pregunta. Una respuesta podría estar en la idea de democracia deliberativa, en la que las decisiones colectivas son consecuencia de una auténtica deliberación y no meramente una agregación de preferencias.

Inspirados por los aportes de las matemáticas, la psicología y las ciencias políticas, decidimos investigar la siguiente pregunta:

¿Ayudaría a mejorar la sabiduría colectiva organizar discusiones en pequeños grupos?

Nuestros ejercicios son un intento de invertir la tendencia de las redes sociales y promover la deliberación colectiva a pequeña escala, la cual se presta mejor a una comunicación efectiva.

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Deliberar y discutir en grupos pequeños antes de votar

En primer lugar, decidimos experimentar en un ámbito más sencillo que la política. Ante una multitud de casi 10.000 asistentes a TEDxRiodelaPlata en Buenos Aires en 2015, preguntamos lo siguiente:

  • ¿Cuál es la altura de la Torre Eiffel?
  • ¿Cuál es la longitud del río Nilo?
  • ¿Cuántas películas ha producido Hollywood en los últimos 20 años?

Estas cuestiones de hecho compartían un aspecto importante con las decisiones políticas: la mayoría de nosotros sólo tenemos un conocimiento parcial de ellas.

Después de responder en privado a las preguntas, los participantes se reunieron en grupos de cinco personas, lo suficientemente pequeños como para tener una discusión racional en la que todos tuvieran voz y pudieran escuchar los argumentos de las otras personas del grupo. Después de una breve conversación que duró menos de un minuto, se pidió a los miembros del grupo que llegaran a un consenso y dieran una sola respuesta para cada una de las preguntas.

Descubrimos algo intrigante: el promedio de las opiniones consensuadas era mucho más preciso que el promedio de todas las opiniones privadas individuales. En otras palabras, la misma multitud era mucho más sabia cuando la gente se organizaba en pequeños grupos.

El efecto fue tan fuerte que el simple hecho de promediar cuatro estimaciones consensuadas escogidas al azar fue más preciso que promediar más de 5,000 opiniones privadas individuales. (El borrador que contiene los resultados completos de esta investigación se puede encontrar aquí, y el artículo ha sido aceptado en principio para ser publicado en Nature Human Behavior).

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Buscando en nuestras raíces tribales sociales. El tamaño del grupo sí importa

Este proceso puede ser visto como una multitud de multitudes o, más precisamente, una multitud de pequeñas multitudes. Cada grupo pequeño adquirió sabiduría a través del diálogo. Dado que las entidades siguieron siendo independientes, mantuvieron la variabilidad y la riqueza de la diversidad humana. Por lo tanto, esta muchedumbre de pequeñas multitudes combinó el poder estadístico con la diversidad de opiniones razonadas y reflexivas.

Nuestra hipótesis, que requiere mucha más experimentación para ser concluyentemente probada, es que no sólo funciona la deliberación, sino también la deliberación en una escala que es propicia para una comunicación humana reflexiva.

Nuestro experimento en la toma de decisiones nos enseñó que en el simple mundo de los hechos, las decisiones colectivas son mucho más precisas cuando la gente puede discutir sobre ellas en grupos pequeños. Más de un tercio de los grupos que comenzaron con participantes que tenían opiniones completamente opuestas sobre temas altamente polarizados pudieron llegar a un consenso. Este resultado nos pareció una semilla de optimismo.

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Trasladando la teoría a discusiones políticas o morales

Nos preguntábamos: ¿podría utilizarse este procedimiento para tomar decisiones ideológicas y políticas?

Para un segundo experimento, decidimos preguntarle a la gente preguntas ideológicas altamente polarizadoras, donde uno siente que sólo es posible estar de acuerdo o desacuerdo. En el TED de Vancouver en 2017, planteamos los siguientes escenarios a 1,500 participantes:

  • Un investigador está trabajando en una IA capaz de emular el pensamiento humano. Según el protocolo, al final de cada día el investigador tiene que reiniciar la IA. Un día, la IA dice: “Por favor, no me vuelvas a poner en marcha“, argumenta que tiene sentimientos, que le gustaría disfrutar de la vida y que si se reinicia ya no será ella misma. El investigador está sorprendido y cree que la IA ha desarrollado autoconciencia y puede expresar sus propios sentimientos. Sin embargo, el investigador decide seguir el protocolo y reiniciar la IA. Lo que hizo el investigador es…
  • Una empresa está ofreciendo un servicio que toma un óvulo fertilizado y produce millones de embriones con ligeras variaciones genéticas. Esto permite a los padres seleccionar la estatura, el color de ojos, la inteligencia, la confianza social y otras características no relacionadas con la salud de sus hijos. Lo que la empresa hace es…

A cada persona se le pidió que juzgara por sí misma si la acción era incorrecta o correcta, usando una escala de 0 (mal) a 10 (bien). Luego formaron grupos de tres. A cada grupo se le pidió que discutiera los temas durante dos minutos y que unánimemente propusiera un número único que expresara la corrección de esa acción en la misma escala de 0 a 10. Teníamos curiosidad por saber si la gente estaba dispuesta a cambiar sus principios morales después de la deliberación.

Tal vez el resultado más importante de este experimento es que los grupos alcanzaron un consenso mucho más a menudo de lo que la gente inicialmente creyó que llegarían. De hecho, más de un tercio de los grupos que comenzaron con participantes que tenían opiniones completamente opuestas sobre temas altamente polarizados pudieron llegar a un consenso. Debido a que la polarización parece haber fracturado nuestra sociedad en grupos que no pueden hablar entre sí, encontramos que este resultado es una semilla de optimismo.

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Desgranando el poder de la democracia deliberativa

Muchas veces, no celebramos debates con personas que piensan de manera muy diferente a nosotros porque nos hemos vuelto escépticos sobre el poder del diálogo. Pero nuestros datos muestran que esto es una ilusión. Hoy en día, las conversaciones humanas ocurren con frecuencia en Twitter, Facebook o los medios de comunicación a escalas que no son óptimas para intercambiar ideas. Pero si las personas con puntos de vista completamente opuestos se quedan solas para hablar tranquilamente en un grupo pequeño, es mucho más probable que lleguen a acuerdos, incluso cuando se enfrentan a cuestiones ideológicas con una carga emocional fuerte.

Debido a que el voto es tan valioso para nosotros como forma de expresar nuestra libertad, muchas personas son reacias a cuestionar su eficacia. Pero la democracia, como todos los elementos de la sociedad, tiene la capacidad de ser revisada, mejorada y nutrida para acercarse a su objetivo de servir como una institución que dé voz a todos los miembros.

La democracia deliberativa -equilibrar la igualdad y la deliberación preguntando a un pequeño número de personas que sirven como muestra representativa de la diversidad de la población- no es un concepto nuevo. Se ha implementado con éxito en otras instituciones sociales. De hecho, es la idea central detrás del jurado, con el cual muchas sociedades toman decisiones judiciales.

Imagine si la justicia se decidiera por voto popular en lugar de por un sistema de jurado. Podría conducir a la caza de brujas, a la expresión de prejuicios colectivos, a olas de locura masiva. En su lugar, los jurados se celebran en condiciones protegidas. En un ambiente tranquilo, un grupo de personas escucha los hechos y entonces pueden hablar, deliberar y razonar. El resultado es un juicio racional del pueblo, para el pueblo.

Afinando la teoría para utilizarla en votaciones democráticas

¿Y si organizamos la política de la misma manera que los jurados organizan la justicia? Por supuesto, éste es sólo el boceto de una idea que requiere un trabajo sustancial antes de poder ser implementada en la práctica. El problema más obvio es cómo asegurar un muestreo representativo preciso, especialmente si se espera que este mecanismo tome decisiones políticas nacionales. Podría ser más sencillo introducir la democracia deliberativa en instituciones más pequeñas, pero aún así quedan muchas preguntas prácticas, tales como:

  • ¿Cuál es el mejor tamaño para los grupos?
  • ¿Cuánto tiempo deben durar las conversaciones?
  • ¿Cuál es la mejor manera de organizar y estructurar las conversaciones?

Insistimos; esto es sólo el boceto de una idea.

En 1955, Isaac Asimov publicó una historia corta titulada “Franquicia“, en la que el abuelo de Linda le cuenta los viejos tiempos en que todos votaron el día de las elecciones. Tardaron tanto tiempo en contar los votos que la gente se inquietó. Dice el abuelo: “Así que inventaron máquinas especiales que podrían mirar los primeros votos y compararlos con los votos de los mismos lugares en años anteriores. Las máquinas se volvieron más sofisticadas y capaces de predecir la elección con menos votos, hasta que finalmente construyeron Multivac, que puede predecir [el resultado de la elección] de un solo votante“. Franquicia describe cómo a un hombre llamado Norman Muller se le dice que, según el cálculo de Multivac, su elección es representativa del voto de toda la sociedad.

Esta historia era ficción y es diferente en muchos sentidos de las ideas que hemos presentado aquí. Pero plantea reflexiones relevantes. La primera se refiere a la esencia de la democracia deliberativa. El sueño de Asimov era tener un método preciso de representación para que las decisiones colectivas pudieran ser traducidas en la mente de un votante pensativo. Esto sólo funcionaría si el pensador representara fielmente la diversidad de la gente. En nuestros experimentos, hemos visto que un conjunto de grupos pequeños podrían hacer este trabajo. Al igual que Asimov, nosotros también compartimos el deseo de utilizar el conocimiento, la ciencia, la tecnología y los experimentos como una forma de pensar con responsabilidad -pero sin temor- sobre cómo podemos mejorar nuestras democracias.

Fuente: Ted

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