Hoy, 14 de diciembre, tendrá lugar el punto álgido de la lluvia de estrellas más impresionante del año, las Gemínidas. Un espectáculo natural que sólo se podrá disfrutar si tenemos una pizca de suerte para que el cielo esté despejado y, por supuesto, si tenemos un lugar cercano suficientemente protegido de la contaminación lumínica. Difícil, ¿eh? España es uno de los lugares donde más dificultades nos encontramos para disfrutar de una noche estrellada. La mala planificación y el mal uso generalizado de la tecnología LED nos coloca entre los países con mayor contaminación lumínica del mundo.
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
El alumbrado en las ciudades y los pueblos
Símbolos de elegancia y grandeza, las farolas cubren, desde tiempos de la antigua Grecia, una de nuestras necesidades más importantes: la seguridad.
La primera instalación de alumbrado de la que se tiene noticia se sitúa en la ciudad de Córdoba durante la época del Imperio Árabe. No fue hasta unos siglos después, en 1417, cuando en la ciudad de Londres, bajo el mandato de Sir Henry Barton, se redacta un decreto que obligaba a iluminar con antorchas el exterior de las ventanas de las casas durante los meses de invierno.
La evolución del alumbrado se une desde ese momento al desarrollo tecnológico y urbano. Las lámparas se alimentaron de cera de abeja y aceite de pescado hasta que el ingeniero e inventor, William Murdoch, utilizó el gas, convirtiendo este hecho en un hito que transformaría las calles nocturnas para siempre. La llegada de la electricidad en el siglo XX supuso el declive del gas, que no de la iluminación de los pueblos y ciudades, que sigue aumentando en extensión e intensidad.
No ver las estrellas nos aleja de la naturaleza e incluso puede tener consecuencias en nuestra salud
La contaminación lumínica no sólo supone un derroche económico o un impedimento para el disfrute del cielo nocturno para los astrónomos, además tiene importantes consecuencias para nuestra salud y para el medio ambiente. Sin entrar en detalles sobre cronobiología (disciplina que mereció el premio Nobel en 2017), podemos decir que los biorritmos necesitan los ciclos de luz y oscuridad naturales, es decir, de día y noche, para que se desarrollen con normalidad los distintos procesos fisiológicos de los seres vivos. Las consecuencias relacionadas con este tipo de desajustes son: mayor incidencia de problemas como el insomnio, la obesidad, problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo y algunos tipos de cáncer.
Los animales y plantas no son ajenos a la alteración de sus ciclos biológicos. El 65% de las especies animales tienen hábitats nocturnos y la luz artificial afecta a su reproducción, alimentación e incluso a su orientación (pensemos en las aves migratorias). Especialmente afectados están los animales que forman la base de la cadena trófica, como los mosquitos. Las plantas han visto alterados sus ciclos de polinización, lo que nos afecta directamente al haberse adelantado en consecuencia la época de las alergias.
Poblar el cielo de satélites puede desembocar en otros problemas
El estudio del firmamento desde la superficie de la Tierra es una tarea vital para la ciencia y el desarrollo humano. La astronomía se basa en observaciones desde telescopios terrestres, que apuntan a las estrellas para estudiar los cuerpos celestes del universo. Estas observaciones buscan dar respuestas fundamentales, como de dónde venimos, si hay vida “ahí fuera” o cuál es el futuro que le espera a nuestro planeta si seguimos con el calentamiento planetario.
Starlink y la pléyade de iniciativas que la empresa SpaceX está llevando a cabo implica colocar decenas de miles de satélites los próximos años para dotar de una nueva red de comunicaciones. Si bien el propósito es bueno y puede dotar de Internet a zonas del planeta con bajo acceso, poblará el cielo de objetos diversos que complicarán la observación de los cielos a los científicos. Los astrónomos están poniendo el grito en el cielo. A la contaminación lumínica tenemos que añadir la creciente basura espacial. Además, no hay ninguna regulación al respecto.
Iniciativas para concienciar e informar
Existen muchos proyectos dedicados a concienciar e informar sobre la contaminación lumínica. El último, una curiosa aplicación que nos permite colaborar con los astronautas para completar un mapa de ciudades que permita optimizar su alumbrado. La estación espacial internacional se encuentra a una altura de 400 kilómetros y su campo de visión es de hasta 2000 km de radio, así que un segundo son cientos de kilómetros recorridos. El proyecto Lost at Night propone fotografías para que les ayudemos a completar el puzzle de ciudades al que se enfrentan, ya que, aunque cuentan con la ayuda de inteligencia artificial, a los algoritmos les cuesta distinguir entre las estrellas, las luces de las ciudades y la luna, y las personas somos capaces de reconocer patrones y analizar imágenes complejas.
Soluciones para reducir la contaminación lumínica
- Orientar correctamente los puntos de iluminación, nunca proyectados hacia arriba.
- Usar sensores de movimiento para activar las fuentes de luz sólo cuando es necesario.
- Utilizar lámparas más eficientes y menos contaminantes en términos lumínicos.
- Iluminar sólo lo imprescindible y mantener las luces apagadas cuando no son necesarias.
- Revisar la planificación urbana en materia de contaminación lumínica.
La lluvia de estrellas de esta noche tiene su peculiar origen no en un cometa, si no en un asteroide llamado 3200 Phaeton y es cada año un poquito más intensa. Tal vez sea un toque de atención, una llamada para que seamos más eficientes y volvamos a disfrutar de estos espectáculos naturales. Necesitamos iluminar nuestras calles, pero no podemos perder nuestra conexión con las estrellas.
Un comentario en “No me alumbres que no veo”