Los incendios de sexta generación en Australia vigilados con teledetección espacial

El año 2019 acababa y, mientras millones de personas se preparaban para despedirlo con alegría y fiesta, 4.000 australianos del pueblo de Mallacoota huían del fuego a la playa más cercana por ser el único lugar seguro. Algunos se lanzaban al agua en embarcaciones por la desesperación; otros acampaban en el muelle para esperar ser evacuados por la marina australiana o por la remota posibilidad de volver a sus casas.

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Fuente: INSTAGRAM: TRAVELLING_AUS_FAMILY

Las cifras de la tragedia vivida en Australia en los últimos meses son ahora mismo incalculables. Además del drama humano directo, las pérdidas de fauna y flora son totalmente devastadoras. Se estima que ya han muerto aproximadamente 480 millones de animales sólo en el área de Nueva Gales del sur, en una extensión de 3.000 millones de hectáreas. De las numerosas especies afectadas se incluyen grandes números de fallecimientos de especies autóctonas australianas, como koalas, canguros, reptiles y aves. Los números de animales muertos a nivel nacional puede aumentar considerablemente y, por si fuese poco, se pronostica que una gran parte de los animales que sobrevivan al fuego perecerán por falta de alimentos y por quedarse expuestos sin la protección de su hábitat natural. La majestuosa flora australiana quedará gravemente dañada y muchas especies en peligro de extinción puede que incluso desaparezcan.

En Australia cada año hay incendios masivos, sobre todo durante la temporada de incendios, pero los de este año están siendo mucho mayores que nunca. Las condiciones de calor y sequedad extrema han acelerado los focos de fuego. Pero además no ha sido un fenómeno completamente natural. Se sabe que se han producido incendios intencionados a lo largo de todo el continente por ganaderos o pirómanos, pero tal es la magnitud del alcance de los incendios que no se sabe hasta ahora cuántos son producidos por el hombre intencionadamente.

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En Nueva Gales del Sur al menos 2000 casas han sido destruidas. En todo el país alrededor de 6.3 millones de hectáreas ya han sido quemadas y al menos han muerto 25 personas (y otras tantas desaparecidas). Unos 3000 bomberos, entre ellos muchos voluntarios, llevan meses intentando extinguir las llamas. Personas anónimas, arriesgando sus vidas para salvar a personas y animales del fuego, como hemos visto en las noticias. Además los incendios son episodios de gran foco emisor de sustancias perjudiciales para la salud y de emisiones de gases de efecto invernadero. La contaminación del aire en varias regiones australianas está siendo considerada como una de las más altas de los últimos tiempos. El humo de los incendios ha llegado a Nueva Zelanda de forma completa, pero es que también ha recorrido 12000 km y hasta Chile, Argentina y Uruguay.

https://atmosphere.copernicus.eu/wildfires-continue-rage-australia

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Fuente: Copernicus

La causa de los incendios en Australia

El clima es el principal detonador de los incendios que empezaron en septiembre de 2019, potenciados por un fenómeno conocido como el dipolo del Océano Índico o el niño Indio. Se sigue sin previsión oficial de cuándo podrán extinguirse los incendios (son muchísimos, miles de focos en vastas extensiones geográficas) debido a que se esperan mayores temperaturas en enero y febrero de lo normal, que recordemos es verano en el hemisferio sur. Como en la mayoría del planeta, los veranos son cada vez más cálidos debido al calentamiento global.

El 17 de diciembre de 2019 la temperatura en Australia alcanzó un máximo promedio de 40,9º C y el día 18 los 41,9º C. Los fuertes vientos, el clima cálido y la sequía son factores que facilitan la propagación del fuego y dificultan su extinción. La lluvia del último fin de semana trajo un poco de esperanza para la población y los bomberos que trabajan incansables, pero ha sido absolutamente insuficiente.

Este tipo de incendios se comienzan a denominar como incendios de sexta generación, y son prácticamente inextinguibles. Al abandonar los humanos el campo, este “crece” sin control, dejando más material combustible de lo normal. Las altas temperaturas y los pirómanos, que crean numerosos pequeños focos repartidos en grandes extensiones de terreno, crean un cóctel de terribles consecuencias. Los incendios de este tipo, cómo los de Australia, crean pirocumulonimbus, auténticos muros de humo que se elevan diez kilómetros, capaces de llegar hasta la troposfera. Aparecen tormentas de fuego de altísima temperatura y virulencia, ante la que los bomberos no pueden luchar.

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La teledetección como método de control

Por ello es crítico actualmente mantener una vigilancia en búsqueda de la aparición de incendios, pues pueden descontrolarse en poco tiempo y son de máxima magnitud. Los satélites de la NASA son muchas veces los primeros en detectar los incendios forestales. Envían imágenes a los equipos de tierra, mapean el deterioro de los ecosistemas, analizan la gravedad y los alcances de las quemadas en diferentes regiones y permiten a investigadores y expertos de todo el mundo a monitorizar los incendios a escala global.

La NASA dispone de varios medios de teledetección que recogen información relacionada con incendios y otros fenómenos para ayudar a dar una respuesta breve y prevenir mayores daños. Algunos de estos sistemas son: ASTER, AIRS, FIMRS y MODIS.

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Con FIRMS de la NASA cualquiera puede visualizar los fuegos activos en todo el mundo y ver todas las áreas del planeta afecta por los incendios. Imagen de hoy propia.

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Esta imagen fue tomada por el satélite Aqua de la NASA utilizando el instrumento MODIS (espectroradiómetro de imagen de resolución moderada) el 5 de enero de 2020.
Créditos: NASA

https://www.youtube.com/watch?v=KFBUMxExY8A&list=PLiuUQ9asub3TaqZy6_07xXDHK_uufgt0k

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Fuente: NASA Islas Kangaroo antes y después de los incendios

El Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico (CAMS) también vigila y analiza las actividades de los incendios en el planeta. Informa sobre el desplazamiento de gases contaminantes en la atmósfera, por lo que aporta información de la calidad del aire en términos espaciales y temporales. Podemos ver cómo los focos en un lugar del mundo afecta a otros lugares. Es una de las características de la contaminación atmosférica, que no se queda en su lugar de origen.

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Fuente: CAMS imagen del 08/01/2020

Copernicus analiza la contaminación por dióxido de carbono (CO2, gas que provoca efecto invernadero), la calidad del aire (material particulado, óxidos de nitrógeno, etc.), gases reactivos, aerosoles e incluso la evolución de la capa de ozono, cómo afecta al medio ambiente, con pronósticos y análisis diários disponibles para que los gobiernos tomen medidas para combatir la emergencia climática. Todos estos datos son de acceso público, lo cual permite a científicos aportar análisis y soluciones al problema al que nos enfrentamos, así como servicios al público; por ejemplo, uno de sus servicios disponibles es la app Windy.

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Fuente. Copernicus – Monóxido de carbono atmosférico al este de Australia el 1 de enero, como se ve en el análisis CAMS, así como directamente desde instrumentos satelitales individuales. (Crédito: Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico / ECMWF)

El cambio climático, cada día más real

Vivimos el cambio climático con mucha ligereza. Algunos miran para otro lado mientras sus devastadores efectos ya se están presenciando. Puede que todo esto nos frene a reaccionar desde todos los eslabones de la sociedad y a tiempo. Hay sectores que niegan rotundamente la emergencia climática y la necesidad apremiante de reaccionar y pasar a la acción. Como ciudadanos mundiales debemos exigir a los gobiernos medidas para paliar el cambio climático. Debemos mirar a los países más afectados y ponernos en su piel, sentir las tragedias climáticas y sus consecuencias sociales como nuestras.

Proteger los mares, bosques, montañas, prados… es tan beneficioso para nosotros como para las millones de personas que dependen de ellos para subsistir. Puede que reciclar o recoger nuestra basura no vaya a arreglar el deterioro mediambiental y climático global, pero es nuestra obligación moral y supone una lección de civismo para nuestros hijos. Está concienciación cívica también asegura la continuidad de una tradición; un día serán ellos los que querrán que sus hijos también tengan una vida bajo condiciones ambientales habitables y con recursos para todos. Crear un futuro sostenible es el legado que debemos exigir. No hay un Planeta B.

Debemos pensar que este planeta es la herencia que dejaremos a nuestros hijos y nietos. La preservación y cuidado depende de que los gobiernos trabajen a favor de paliar la emergencia climática y salvar el mundo de una catástrofe mayor, y por ello debemos exigirles acciones reales. Habrá animales y paisajes que las generaciones futuras sólo conocerán a través de libros e imágenes de archivos; en cuentos que empezarán con un “Érase una vez… un koala, un glaciar, una montaña, un mar… Un bello planeta”.

isabelsilva Isabel Silva

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