Hoy se cumplen 35 años de la Convención de Viena y del acuerdo de protección de la capa de ozono a nivel mundial. Un hito como humanidad que, teniendo en cuenta la pandemia a la que nos enfrentamos, es más relevante que nunca. La Convención de Viena puso de manifiesto la necesidad de trabajar en unidad para evitar desequilibrios ambientales, causantes de graves problemas para nuestra especie y todas las que habitan en La Tierra.
Ozono para la vida
El ozono (O3) es un gas compuesto por tres átomos de oxígeno que nos protege de la radiación ultravioleta del sol. Está localizado en la estratosfera, formando una capa más o menos uniforme a una distancia de entre 15 y 40 km. No debe confundirse con el ozono troposférico, que se forma en la superficie y resulta muy perjudicial para todos los seres vivos.
Una historia de Urgencia y Cooperación Internacional
El daño en la capa de ozono se descubrió a finales de los años 70. Se halló que unos productos químicos de uso común en aerosoles y refrigeración estaban reduciendo a gran velocidad el ozono que nos proteje del sol. Estos sompuestos son los halocarbonos. Como podemos intuir por su nombre, se trata de compuestos donde los átomos de carbono se combinan con halógenos (flúor, cloro, bromo o yodo). Los productos químicos sintéticos que han sido más dañinos son el bromuro de metilo, el metilcloroformo, el tetracloruro de carbono y las familias de productos químicos conocidos como los halones, los famosos clorofluorocarbonos (CFC) y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC). Estos compuestos actuan como catalizadores, por lo que una sola molécula puede eliminar miles de moléculas de ozono. Además, pueden permanecer en la estratosfera durante décadas, por eso la recuperación del ozono es un proceso muy lento.
La destrucción de esta capa protectora de la Tierra podía aumentar los casos de cáncer de piel y cataratas, deprimir el sistema inmunológico, dañar plantas y cultivos, especialmente los más dependientes de los rayos ultravioleta y causar cambios drásticos en los ecosistemas.
La amenaza era tal que la respuesta global fue contundente. En 1985 se adoptó la Convención de Viena y dos años más tarde se firmó el Protocolo de Montreal, convirtiéndose ambos en los primeros acuerdos mundiales ratificados por todos los países el 16 de septiembre de 2009. En reconocimiento a ese hito, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó ese día como el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, que hoy celebramos.
Las implicaciones de este acuerdo han llevado a la mejora de la situación de la capa de ozono, la cual podrá considerarse restaurada completamente en el 2060 según demuestran las últimas mediciones.

¿Cómo sabemos lo que sabemos?
El descubrimiento de la capa de ozono se lo debemos a los físicos franceses Charles Fabry y Henri Buisson en 1913. Sus propiedades fueron estudiadas en detalle por Gordon M. B. Dobson, quien estableció una red mundial de estaciones de monitoreo de ozono entre 1928 y 1958, la cual continúa operando en la actualidad utilizando un sencillo espectrofotómetro de su invención. Su apellido es la unidad de medida de ozono, el Dobson.
Los espectrofotómetros Dobson son, junto con los espectrómetros Brewer, los únicos instrumentos de superficie reconocidos por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) para la vigilancia de la capa de ozono y la determinación de tendencias, constituyendo la red mundial de vigilancia de ozono desde superficie. También son la referencia para la calibración de los instrumentos embarcados en los satélites del Sistema de Observación de la Tierra establecidos en los años 90, cuando se empezó a observar y analizar el agujero de la capa de ozono.
Por primera vez en 2019 las observaciones fueron analizadas y difundidas en tiempo real en EUBREWNET (European Brewer Network), red de observación de ozono mundial gestionada por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) que comenzó en el año 2014 como un proyecto europeo y hoy engloba a más de 60 instrumentos instalados en los cinco continentes. Aemet mantiene esta red alojando en sus servidores la base de datos (http://rbcce.AEMET.es/eubrewnet), procesando en tiempo real las observaciones de ozono de todo el mundo y enlazándolas con la base de datos mundial de ozono (WOUDC) de Toronto (Canadá).


Gracias a la unión de ciencia, tecnología y diplomacia, podemos hablar de un gran logro a nivel mundial, una reparación necesaria para la continuidad de la vida en la Tierra tal y como la conocemos, y que tendrá que servir de ejemplo para los retos a los que nos enfrentamos y enfrentaremos como humanidad.
La capa de Ozono en cifras
- Si comprimimos todo el ozono de la estratosfera a la presión del aire al nivel del mar, esta capa solo mediría 3 mm de espesor.
- Sin el Protocolo de Montreal, en 2050 el agujero de la capa de ozono podría haberse multiplicado por 10 respecto al momento de su descubrimiento.
- Según el estudio realizado por científicos de Reino Unido, Países Bajos, Alemania y Grecia, se estima que para 2030 habrá un descenso del 14% anual en los casos de cáncer de piel.
- La evaluación científica de la capa de ozono realizada en 2018 muestra una tasa de recuperación de entre el 1 y 3% desde el año 2000.
- La Enmienda Kigali, acordada el 15 de octubre de 2016 en Kigali, Rwanda, para eliminar gradualmente los hidrofluorocarbonos (HFC), podría tener un doble efecto positivo, ayudando a la total recuperación de la capa de ozono y evitando hasta el 0,4% del calentamiento global.
- Según las proyecciones, el ozono del hemisferio norte y de la latitud media se recuperará completamente en la década de 2030, seguido por hemisferio sur en la década de 2050 y las regiones polares en 2060.
- En 2020 la dinámica de la atmósfera nos sorprendía con el mayor agujero en la capa de ozono… ¡en el Ártico! Ya se ha cerrado, pero todo indica que el episodio puede repetirse en un futuro.
Para saber más
Twitter: @Antarticacl
Fuentes: EcuRed, United Nations, sostenibilidad.com, Agencia Europea de Medio Ambiente, MITECO, bbc.com