El 30% de la superficie terrestre está cubierta por bosques y estos son fundamentales para combatir el cambio climático y proteger la diversidad biológica. Diferentes tecnologías nos permiten ahora vigilar y proteger los bosques del planeta Tierra. Esta es la situación actual, las nuevas tecnologías clave y el futuro que tenemos por delante.
¿Sabemos cuál es la importancia de proteger los ecosistemas terrestres?
Con excepción quizás de personas más veteranas procedentes de sistemas educativos anteriores a la Transición, todos recordamos aquellas lecciones de “Conocimiento del Medio” en las que, de una manera reiterativa y hasta machacona, se nos inculcaba una idea que en la coyuntura actual puede resultar algo rancia: “debemos proteger la naturaleza, mantener limpios los bosques, …”. Sin embargo, es la forma de transmitir esta idea con total falta de pasión (salvo en escasos y gratificantes casos) la que ha contribuido a que devenga en un concepto carente de contenido. Tantas veces hemos escuchado este mensaje que finalmente hemos terminado por asimilarlo como un mensaje más de nuestro día a día, carente del importante significado que en realidad esconde.
Pero algo está cambiando, y viene dado por esta nueva corriente de pensamiento que se aleja de lo políticamente correcto, para ir más allá de los meros mensajes carentes de contenido, para pasar directamente a la acción. Y es que, son esas mismas personas a las que popularmente se les conoce como “nativos tecnológicos” o “millenials” los que están trayendo el cambio. Las bondades de esta generación no se quedan simplemente en el aspecto tecnológico, sino que el cambio que realmente están impulsando viene de la capacidad de aplicar nuevas y refrescantes ideas a la resolución de los problemas más tradicionales, usando su dominio tecnológico para pasar de los simples mensajes a las actuaciones con resultados.
La protección de los ecosistemas terrestres es quizás uno de los aspectos más tradicionalmente abordados (y no siempre con una actitud e intencionalidad desinteresada), especialmente desde la última gran guerra. Sin embargo, hoy día existen diferentes grupos e iniciativas que están insertando un punto de innovación importante en el sector, desarrollando el potencial práctico que las nuevas tecnologías tienen en el sector. No obstante, largo es el camino por recorrer.
El problema en números
Los bosques terrestres suponen aproximadamente un 31% de la superficie del planeta Tierra. Pese a suponer un área limitada de la Tierra, los bosques son parte importante de nuestro sustento: no sólo la economía y sustento de muchos pueblos depende de ellos (se calcula que en torno a 1.600 millones de personas dependen de los bosques para su subsistencia), sino que conforman el pulmón natural de nuestro planeta. Sin ellos, la vida tal y como la conocemos no sería posible. Así mismo, muchas culturas vinculan los paisajes naturales con sus creencias religiosas y espirituales.

Pese a su importancia, el siglo XX ha supuesto una pérdida continua de terreno boscoso en diferentes latitudes y de diferentes tipologías, especialmente por la acción humana, tanto por su acción directa (deforestación industrial) como indirecta (calentamiento global y cambio climático.). Se calcula que aproximadamente su degradación afecta al 75% de la población mundial.
Así mismo, los bosques albergan cerca del 80% de todas las especies terrestres del planeta por lo que son considerados núcleos críticos de biodiversidad. Del total de especies animales conocidas en la actualidad, el 8% de las mismas se han extinguido y un 22% se encuentran en peligro de extinción.
De acuerdo con la secretaría del Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques, lograr una gestión forestal sostenible a escala global costaría entre 70.000 y 160.000 millones de dólares anuales. Así mismo, el Convenio sobre la Diversidad Biológica sitúa entre 150.000 y 440.000 millones de dólares al año la cifra para poder detener la pérdida de diversidad biológica a mitad de este siglo.
Pese a lo significativo de estas cifras, los costes de la no actuación son bastante más importantes. Como muestra, los insectos y otros portadores de polen contribuyen a la economía alimentaria con más de 200.000 millones de dólares anuales, mientras que los desastres naturales causados por la deforestación cuestan 300.000 millones de dólares al año.
La tecnología a nuestro servicio
Si bien son conocidos los retos a los que nos enfrentamos, lo cierto es que durante los últimos años se ha producido un cambio generacional que ha integrado las nuevas tecnologías en un sector donde las técnicas más tradicionales han sido empleadas durante décadas e incluso centurias. Especialmente relevante es la información en tiempo real de la que es posible disponer, facilitando la toma de decisiones para los agentes responsables.
Drones luchando contra los incendios forestales en el siglo XXI
Como tristemente conocemos, la península ibérica tiene una larga tradición en la lucha contra incendios forestales. Cada época estival el número de hectáreas calcinadas de monte aumenta potenciado por la sequía cada vez más acusada que soportamos durante los meses de verano.

Sin embargo, el uso de drones, así como aplicaciones geomáticas, facilitan la detección temprana de focos de incendio y una transmisión más rápida y efectiva de la información a los organismos encargados de la extinción.
Así mismo, existen empresas con sello nacional que han desarrollado modelos complejos de comportamiento del fuego que son ampliamente utilizados tanto en los trabajos de prevención y limpieza de bosques, como el diseño de estrategias para la acometida contra el frente de fuego. WildFire Analyst, creado por Tecnosylva, se utiliza ampliamente en nuestro país, así como en California y en el medio este americano.

Por último, los Sistemas de Información Geográfica junto a GPS conforman una útil herramienta para la gestión de equipos de extinción en tiempo real.
La Inteligencia Artificial al servicio de la biodiversidad
Una de las aplicaciones más sorprendentes de los modelos de IA desarrollados en los últimos años ha sido para el análisis y predicción de escenarios en zoología y botánica. Sin embargo, no es extraño que las nuevas técnicas de computación permitan potenciar un campo limitado por la enorme cantidad de variables que intervienen en los procesos de distribución y dispersión de animales y plantas, así como en la evolución de las poblaciones en el tiempo y espacio. Especialmente es interesante el tándem formado junto a la tecnología de posicionamiento global.
Pese a tratarse un campo actualmente en estudio, existen diferentes universidades a lo largo del globo que han logrado diseñar y testear modelos de estas características. Un ejemplo de estos estudios es el desarrollado en University College London, en el Instituto de Zoología, donde trabajan en la aplicación de técnicas de “Deep learning” para predecir el comportamiento animal. En este caso, han empleando datos de posición GPS de 108 individuos de diferentes especies de aves marinas para estimar áreas de pesca de estos animales.
Este tipo de técnicas pueden ser extrapolables al estudio del comportamiento y distribución de otras especies amenazadas, como el Lobo Ibérico, para el cual, a pesar de que se detecta un cierto repunte en el tamaño y dispersión de las poblaciones, la falta de datos dificulta un estudio profundo de su evolución futura o la viabilidad de las nuevas poblaciones.
La teledetección en los procesos de deforestación y desertización
Las imágenes ofrecidas por los satélites de observación de la Tierra se han convertido en la principal herramienta para la cuantificación de las perdidas de masa forestal en diferentes regiones del globo. Entre estos, satélites como Landsat o SPOT y su sensor Vegetation son claros ejemplos de satélites ambientales que han permitido la generación de productos temporales que evidencian el avance de fenómenos como la deforestación o la desertización. Es curioso también observar como en muchas ocasiones, la reducción del área forestal contrasta con el aumento exponencial de áreas metropolitanas y periurbanas, especialmente en las latitudes más bajas.

El fenómeno de la desertización es también fácilmente capturable mediante el empleo de imágenes espaciales. Existen series temporales que ponen de manifiesto el avance del proceso en áreas del note de África y sur de Europa, así como en algunas regiones de Oriente Medio.

¿Y el futuro?
Queda claro que hoy en día tenemos a nuestra disposición herramientas que no solo ofrecen una clara ventaja táctica en el sector operacional, sino que también ofrecen mayora cantidad de información, de mejor calidad y mucho más precisa que facilita el proceso de toma de decisiones. Sin embargo, no dejan de ser herramientas carentes de funcionalidad sino son puestas en valor por los organismos competentes.
Un ejemplo clave de este hecho es el sector forestal industrial. La complejidad de la red de agentes e intereses encontrados que actualmente inundan el sector en ciertas naciones bloquea la creación de políticas sostenibles relacionadas con los ecosistemas forestales. La situación no sólo impide el desarrollo de iniciativas de protección natural, sino que llegan al punto de fomentar la aparición de focos de incendio intencionados.
Es por ello que el pilar central que sostiene todo el trabajo en torno al avance en el ODS 15 no pasa por el avance tecnológico, sino que depende de aquellos agentes encargados de gestionar y establecer un ecosistema legislativo capaz de sostener todo el sistema.
Y el camino por delante es largo y duro… Según la FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations), cada año desaparecen 8,8 hectáreas de bosque (una superficie mayor que Andalucía), mientras que entre 2000 y 2013 se degradaron un 8% de los bosques que quedan en el planeta. Quisiera acabar el artículo con un video que se ha hecho viral, pero que simboliza de forma visceral la magnitud del problema y consecuencias.
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