Por Qué Tendrás una Tostadora Inteligente Quieras o no
El mundo que nos rodea es cada vez más digital y, francamente, este proceso ya no tiene freno. Lo que ayer parecía una broma o un truco de marketing, hoy se está convirtiendo en la nueva norma. Cepillos de dientes inteligentes, papeleras con una aplicación y, por supuesto, tostadoras.
A primera vista, un completo absurdo. Pero analicémoslo.
Empecemos por IoT
El Internet de las Cosas, o IoT (Internet of Things), es el concepto de objetos cotidianos conectados a una red. Si pensabas que se trataba sólo de tu smartphone y tu pulsera de fitness, siento decepcionarte: hace tiempo que es todo un ecosistema en el que los gadgets intercambian datos directamente entre sí, sin que tú intervengas.
Imagina, por ejemplo, que tu lavadora sabe con qué frecuencia te pones las zapatillas porque esos datos se los envían tus zapatos inteligentes. O que tu frigorífico envía a tu tostadora información sobre el aceite que usas para que adapte su modo de freír. ¿Suena a ciencia ficción? Es casi una realidad.
La gran pregunta es: ¿por qué necesito una tostadora inteligente?
Y aquí es donde se produce un giro interesante. La cuestión no es si usted personalmente necesita una. La cuestión es que existirá aunque usted no quiera.
Y no se trata de controlar el tostado del pan a través de una aplicación. Es mucho más prosaico: los datos.
Hoy cuesta centavos fabricar electrónica. Añadir un chip y un módulo de comunicación a una tostadora es poca cosa para un fabricante, pero los beneficios son enormes. El fabricante tiene acceso a tus hábitos: con qué frecuencia haces tostadas, a qué hora, qué productos utilizas.
Estos datos son oro para vendedores y minoristas. Amazon, Google, cadenas de tiendas como Carrefour… todos ellos están dispuestos a pagar por esa información. Y compensan con creces el bajo precio del aparato. Por lo tanto, al fabricante le sale rentable vender una tostadora inteligente al mismo precio que una normal, y a veces incluso más barata.
El Futuro de las Cosas Conectadas
La pregunta sigue siendo: ¿se detendrá aquí el progreso? La respuesta es no. Los precios de los módulos de comunicación y los sensores siguen bajando, lo que significa que todos los electrodomésticos se irán convirtiendo poco a poco en «inteligentes». Básculas, cubos de basura, inodoros… todo.
Y si antes IoT era comodidad para el usuario, ahora es una infraestructura para recopilar datos sobre el comportamiento del consumidor. Y no sólo sobre usted como persona, sino sobre sus interacciones con las cosas.
Pero hay un matiz: en este mundo hiperconectado, los límites de la privacidad se difuminan. El GDPR europeo sigue exigiendo el consentimiento del usuario para el tratamiento de datos, pero cuando la tostadora recopila información sobre tu desayuno y la comparte con la cafetera, va a ser difícil saber dónde acaba la información personal y dónde empiezan los datos del dispositivo. Ya no son tus datos, son los de la tostadora.
Lo Que nos Espera
Estamos en la cúspide de una nueva era. Por un lado, este cambio traerá consigo comodidades y oportunidades sin precedentes, desde hogares inteligentes hasta un ecosistema de compras hiperpersonalizado. Por otro, dará lugar a serios debates sobre la privacidad y el derecho a los propios datos.